viernes, 28 de febrero de 2014

Saber y no saber del "Belvedere"


Qué ganas las mías (qué ganas las nuestras) de saber, de saberlo todo, cuando tan indispensable para el placer de saber, para obtener la satisfacción de saber, es no saber previamente; y cuando sólo no sabiendo (cuando no sabemos) podemos experimentar sensaciones que difícilmente podríamos experimentar sabiendo. Sé que la frase trae ecos de Marías: quizás porque estoy aún bajo los efectos de “Mañana en la batalla...”, o quizás porque me acuerdo (y me compadezco) de su inseparable Pérez – Reverte quien, inmortalizado por Muchachada Nui, decía aquello de “yo lo sé todo... hasta lo nuevo lo sé”. 





Pues bien, yo no sabía nada del torso del Belvedere cuando me lo encontré en el centro de una de las salas del Museo del Vaticano. Por eso, al verlo sentí una de esas punzadas que uno siente sólo ante un descubrimiento; una punzada casi de intimidación ante la imponente figura mutilada, que parece dispuesta a ponerse en marcha. Inmediatamente surge la duda de si no será la combinación de lo que vemos y de lo que le falta al coloso (de lo que sabemos y de lo que no sabemos de él) lo que le da esa potencia. Pienso entonces de nuevo en su nombre – el torso del Belvedere, de la bella vista (no sabía entonces a qué se debe ese nombre, sigo sin saberlo) - y entre los múltiples colosos sugeridos puedo imaginarme a un coloso jovial, encaramado en una tapia desde la que se divisan los tejados de Roma, dando patadas al aire como un niño. “El rotundo torso fue una fuente de inspiración para Miguel Ángel”, me informa asépticamente la voz de la audioguía. “Se estudia en todas las escuelas de arte”, me dice mi sabia acompañante.





Seguí recorriendo el museo experimentando asombros de otra índole, como en las estancias de Rafael (de las que ya sabía) llegando así a la Capilla Sistina. Y allí pienso que Miguel Ángel quizás sintio una punzada similar a la que sentí yo ante el torso del Belvedere y vio, entre los múltiples colosos sugeridos por el coloso, a uno implacable, capaz de impartir justicia el fin de los días. 



jueves, 13 de febrero de 2014

Sobre lo de Letta y Renzi, a vuelapluma

Llego un poco fundido a mis tareas de corresponsal, pero la actualidad apremia y yo me debo a mi público. Como sabrán, lo más probable es que mañana a estas horas Matteo Renzi esté formando gobierno, siguiendo las instrucciones de Giorgio Napolitano, mientras que Enrico Letta se despedirá -quizás para siempre- de Palazzo Chigi. Merece la pena decir unas cuantas cosas sobre todo esto.

Empecemos hablando de Letta. No puedo evitar que me caiga simpático un tipo que gozaba de la consideración de alguien tan juicioso como Giorgio Napolitano, que eligió como ministra a Cécyle Kyenge (sacando de quicio a los racistas que pululan por Italia, especialmente a la Lega Nord) y que dedicó esa carcajada y esa apreciación irónica -è un grande- a la penúltima contorsión política de Berlusconi, con la que daba su apoyo al gobierno (tras varias semanas amenazando con lo contrario):



Sin embargo, hay que señalar unas cuantas cosas. La primera es que su gobierno era tremendamente inestable, tanto que los trescientos días que (casi) ha durado parecen casi un milagro. La segunda es que Letta difícilmente puede considerarse como el guardián de las esencias izquierdistas del PD que ha sido derribado por el centrista Renzi: el todavía primer ministro provenía de la Margherita, un partido de ex-democristianos del que saldría uno de los candidatos más inoperantes que ha dado el centroizquierda italiano: il piacione Rutelli, quien últimamente ha visto la luz y suelta unos sermones que ríanse de nuestro Fernández Díaz. Fue precisamente el centrismo de Letta determinante para que Napolitano le confiara un gobierno de gran coalición.

Despachado Letta (también por mí), toca hablar de Renzi. Sin duda hoy Renzi ha conseguido lo que llevaba buscando desde que ganó las elecciones primarias. Hay quien considera peligroso a un tipo que ha llegado al poder haciendo uso de las nuevas tecnologías y de los medios. Conviene recordar que tanto twitter y tanto facebook fue inútil contra un político de la vieja escuela como Bersani, y que sólo la derrota del (este sí) ex-PCI le dio una segunda oportunidad para liderar el PD. Y tampoco está de más desempolvar los silogismos y decir que que todos los berlusconianos queden bien en la tele no implica que todos los que quedan bien en la tele sean berlusconianos.

El de Renzi es un gesto audaz y para mí difícil de entender, porque le coloca al frente del gobierno en una posición muy complicada, bastante más de la que tendría tras unas elecciones en las que (presumiblemente) habría ganado ampliamente -el escenario que todos preveíamos hasta ayer. Porque ahora mismo su única posibilidad de formar un gobierno estable pasa por llegar a acuerdos con un socio tan poco fiable (y tan erosionador de su base política) como Berlusconi. Puedo equivocarme, pero si Renzi no logra hacer un puñado de reformas convincentes y un gobierno más largo que el de Letta, su futuro político quedará seriamente dañado. Lo que es indudable es que ha dado un golpe de autoridad y que el Partito Democratico ha unido definitivamente (y quizás por primera vez en su breve historia) su suerte a la de su líder, y triunfará o se hundirá con él. Veremos qué pasa.