domingo, 25 de enero de 2015

La distancia de Napolitano

Si pudiera dedicar mi tiempo a estudiar esas maravillosamente complejas criaturas que son los partidos políticos - mejor, si pudiera dedicar más tiempo, porque qué otra cosa si no hacemos todo el día los frikis la actualidad política más que dedicarnos a analizar las evoluciones de los partidos políticos-  probablemente intentaría especializarme en el Partido Comunista Italiano. No les sorprenderá: ya apuntaba maneras yo cuando hace casi ocho años escribí un texto sobre el comunista Guido Rossa, de cuyo vil asesinato a manos de los camaradas de las Brigadas Rojas hizo ayer 36 años, como recordaba en un tuit Roberto Saviano.

No hace falta conocer los detalles de este triste episodio histórico para adivinar que el interés fundamental que encuentro en el PCI y su historia son sus abundantes paradojas y contradicciones, que son un buen muestrario de las paradojas y contradicciones históricas de la izquierda (quizás uno de los temas donde mejor desarrollo mis tendencias masoquistas). Pero no es por la triste historia del valeroso Rossa por lo que he estado pensando estos días en el PCI, sino al leer algunos de los textos aparecidos recientemente repasando la trayectoria de Giorgio Napolitano (recomiendo este de Il Post y este de Antonio Elorza), cuyo sucesor se elegirá en los próximos días. Una trayectoria la del napolitano (!) tan compleja y contradictoria como la del partido del que siempre formó parte (también tras sus sucesivas mutaciones).




Tiempo para desarrollar distintas contradicciones, desde luego, no le ha faltado: en sus aproximadamente setenta años en la política activa, Giorgio Napolitano ha tenido tiempo de militar en un grupúsculo intelectual universitario fascista y de participar en la resistencia antifascista, de defender la invasión soviética de Hungría y condenar la de Checoslovaquia, de pelearse con el eurocomunista Berlinguer para luego ser encuadrado en el sector derechista del partido, para terminar siendo un jefe de Estado capaz de capear el temporal que se cernía sobre Italia y sobre Europa, aprovechando la ocasión (dicen los más convencidos de sus capacidades, sean admiradores o detractores) para dar la puntilla política a Berlusconi.

Quién sabe cómo juzgará Napolitano su propia trayectoria. Pero no me extrañaría que considerase que todos sus errores y aciertos no han sido más que pasos en un aprendizaje que le ha permitido ser el gran presidente que ha sido. De lo que tengo menos dudas es de que su trayectoria le permitirá mirar a la actualidad política con la distancia del que sabe que al final los aspavientos y los golpes en el pecho, por sinceros que se pretendan, al final sirven para poco, y que con suerte la enésima toma de postura ante el último acontecimiento histórico nos permitirá aprender algo. Quizás, ante este año histórico (el enésimo), no sea mala idea intentar tomarnos la política con la distancia de Napolitano. 

domingo, 4 de enero de 2015

Empieza el año dando la razón a la persona que más quieres


Leía estos días este artículo de Politikon, cuyo éxito en 2014 quizás sea la mejor noticia política de los últimos tiempos, y me encontré con este fantástico gráfico, que produjo en mí un efecto inesperado:








Las leyendas son bastante explicativas, pero merece la pena explicarlo un poco: esencialmente este gráfico nos dice cómo los partidos políticos mostrados se reparten el electorado dependiendo de su ubicación en el "eje ideológico" izquierda (1) -derecha (10). En concreto, el gráfico es el resultado de apilar las distribuciones que nos dicen qué porcentaje de votos obtiene cada partido en cada punto de ese eje. Así, las distribuciones se superponen partiendo de la distribución violeta de Podemos, que como vemos tiene un notable pico en el 3, y acabando con la distribución de los que no simpatizan con ningún partido, en gris.

El gráfico resultante es una especie de montaña gris en cuyo interior casi es posible ver grutas, lagos internos, vetas de raros minerales y donde incluso habrá quien vea monstruos durmientes. Pero también es posible apreciar que la montaña tiene una corteza más gruesa en algunas zonas. En concreto, entre el 4 y el 5 vemos un grueso estrato de color gris. Eso quiere decir que una gran parte de los electores que no sienten simpatía por ninguno de esos partidos (ni por ningún otro), nada menos que un 22% de potenciales electores, se sienten mayoritariamente próximos a posiciones de centro-izquierda (porque el centro, en esta escala, está entre el 5 y el 6).

Y me dio por pensar qué perfil podrían tener esos electores. Quizás sean electores que creen que España es un país con un balance de virtudes y defectos bastante similar al de cualquier otro país avanzado, algo que nos ha permitido alcanzar niveles de vida y libertades políticas sin precedentes, y para los que las llamadas a “romper la baraja” de Podemos suenan insensatas. Personas que creen que nuestro modelo territorial puede ser reformado para ser más eficaz, transparente y solidario, pero que difícilmente lo será si la reforma sigue el camino que marcan los nacionalistas. Personas que son conscientes de que el mantenimento del estado del bienestar empieza por no gastar más de lo que se ingresa, pero que seguramente consideran que hay modos más eficaces y justos de cuadrar las cuentas que los que ha puesto en práctica este Gobierno. Personas que consideran que, con todos sus defectos (de los que todos somos responsables, que para eso llevamos trabajando en ello décadas), el proyecto de una verdadera Unión Europea es irrenunciable. Personas que no creen que sea posible la equidistancia entre deudores y acreedores, no desde un punto de vista moral (terreno pantanoso), sino meramente práctico: el juego que sustenta el sistema difícilmente funcionaría si los que prestan dinero no pudieran contar con que les será devuelto. Personas que aún así saben que este juego puede ser diabólicamente complejo e impredecible, que sus reglas están condenadas a ser siempre mejoradas y mejorables, y que por eso es justo crear una red de seguridad resistente para los perdedores.

En definitiva, pensé que quizás esos potenciales electores compartan algunas de las ideas con las que he dado la matraca por twitter de modo constante durante bastante tiempo, y algo más ocasionalmente en el blog (también lo hago en privado, con una cerveza por delante, cuando me dejan). Ideas en las que también insisten otros muchos afortunadamente con más eco que yo (algunos de ellos amigos - véase a quién sigue el tal @samuel_MI), pero que jamás sospeché que pudieran tener alguna utilidad desde un punto de vista electoral. Ese gráfico, amigos (voz temblorosa), nos está dando la razón.

Así, un buen deseo para este 2015 sería que los partidos entendieran la oportunidad que ofrece ese espacio político. Una unión de UPD y Ciudadanos quizás podría aprovecharla, porque está claro que los magenta por sí solos han sido incapaces de hacerlo. Otro candidato a ocupar ese espacio sería el PSOE, pero el mensaje que se destila de la polifonía inconsistente que producen sus líderes últimamente parece más interesado en disputar el terreno a Podemos. Es posible que como estrategia tenga sentido, pero opino que es un terreno en el que lo tienen difícil contra Pablo Iglesias y los suyos. Y además no hay que perder de vista una verdad fundamental, ilustrada por la foto de abajo (sacada hace poco en Lavapiés): nada de lo que hagan servirá para convencer a los elegidos de la Verdadera Izquierda.